miércoles, 13 de octubre de 2010

EL GENIAL IMPOSTOR

x Juan Carlos Paraje Manso







Yo soy el espejo de mi siglo. Si en lo que en mi se retrata nos os complace ¿qué culpa tengo yo? Portolés.



En la Sala Segunda de la Audiencia Madrileña, atestada de público en el que predominan las féminas, se juzga a un hombre por uso indebido de nombres, uniformes y títulos,más de un centenar



de estafas y otros engaños. No se trata ahora de acusarlo-tal juicio corresponde a muy diversos tribunales-de los siete matrimonios ilícitos que contrajo, casi todos fuera de nuestro país. El autor de estos delitos es un elegante caballero que no aparenta mucho más de treinta años, de elevada estatura y sonrosada tez, que ocupa el banquillo de los acusados con la misma disciplente naturalidad que una silla en la terraza de un café y que se levanta con la sencilla majestad de un principe para contestar, a las preguntas que la Ley le hace, de forma tan ingeniosamente ambigua y natural que no hay forma de atraparlo en contradicción alguna.



Más cuando el Fiscal, con abrumadora eficacia, hace recuento y relación de sus delitos, cuando lo bombardea a mansalva con los argumentos irrefutables de la acusación,el reo finge perder la razón, desorbita los ojos, palidece, grita y se desploma en el suelo con el arte del más consumado actor.



Pero este hombre, uno de los seres mejor dotados de que se haya tenido noticia, que, como una broma del Averno, semeja un satánico embajador destinado a hacer que se tambaleen todas las instituciones humanas, y que produce en el público sentimientos encontrados de curiosidad, repulsa, y fascinación, tiene como defensor a don Roque Guimart, expertisimo abogado que, secundado por los doctores Garibay y Vidriera, consigue que Tomás Portolés, Rafols, también nombrado Enrique Sampedro, Antonio Villamil, Principe Alberto de Battemberg, José María de Urrutia, Francisco Martínez Cañabate, Julio Gádor, Isidro García Ramirez, Juan Edinson, Antonio Llupiá, Federico Ambrosio, Luis de Guevara, Danilo de Somoza, Odón de la Riva, Fernando Caamaño Bonella, José María de la Cuesta, Mister Harrison, etc, sea considerado, ante la estupefacción de las gentes conceptuadas como cuerdas, como un caso incurable de delirio crónico y personalidad múltiple; con lo que el Alferez de la Armada, Príncipe, nabad en Paris, financiero en Nueva York, Duque de Rusia en la Costa Azul, Archiduque de Austria en Venecia, Nuncio de la Santa Sede en Munich, conferenciante de la Real en Hispanoamérica, cineasta en Hollywood, Capitán de Infanteria, cura, fraile, deportista, aviador, hacendado, detective, Capitán de la Guardia Civil y todos cuantos etceteras la imaginación pueda añadir, no es más que un pobre enfermo que ...terminó volviendo loco a medio mundo.







Este fascinante caballero estuvo -”naturalmente”- en Ribadeo, y más de una vez (1)



De su larga y notoria estancia-de la que todavía muchos ribadenses pueden dar fe- tiene puntual reflejo el semanario “Ribadense” que, en su minuciosa sección de noticias, con la ampulosa terminología de la época, inserta el 13-7-16: Está pasando unos días en esta Villa el distinguido sportman D. Fernando Caamaño Bonella, simpático joven perteneciente a una familia de grandes capitalistas de Venezuela.



¡Ya lo creo que era simpatico don Fernando! Buen mozo (media 1,75) enfundaba su deportiva esbeltez en trajes de impecable corte. Frisaría en aquel entonces los 30 años y su rostro agradable y sonrosado se ennoblecía con la camufladora vidriera de unos lentes de cristales azules. Todos los que le conocieron coinciden en afirmar que de él emanaba un “no sé qué” de suprema distinción , y que el trato que dispensaba a personas de las más diferentes clases sociales era cordial y exquisito. Se hospedó en el Hotel Ferrocarrilana y en su cochera guardaba una potente motocicleta Harvey Davidson equipada con sidecar con la que atronaba las calles al efectuar sus continuos desplazamientos. Su principesco porte, amplisima cultura (hablaba y escribía a la perfección, además del idioma castellano, el francés, el inglés, el alemán, el italiano, el catalán y con menos suficiencia algunos otros), brillante ingenio y fabulosa fortuna, hicieron desde el primer momento que su amistad y trato fueran disputados por las mejores familias.



Al hacerse pasar por propietario de extensas plantaciones en Venezuela, recibir nutrida correspondencia de varios países y celebrar numerosas conferencias concertando ventas de café y cacao, a nuestro pueblo- que es que ni pintado para esos menesteres-cabe la gloria de haberle añadido un nuevo nombre : “El Rey del Cacao”, que junto con el de “El Millonario” era como se le conocía en Ribadeo



Su espíritu inquieto, deseoso de todas las experiencias, le llevó a subarrendar el Teatro de los empresarios Sres. Villamil y Fernández y se dedicó a la proyección de extraordinarias peliculas, rebajó el precio de las localidades y permitía la entrada gratis a los niños (2). Poco duró su nueva actividad el 19-10-16 el mencionado semanario anuncia la rescisión del contrato subscrito un mes antes. De nuevo los niños ribadenses tendrían que afanarse en conseguir 15 céntimos si querían ver las soporíferas peliculas mudas que en aquel entonces se proyectaban.



Rumboso y propinero, generoso sin arrogancias, “El Rey del Cacao” empleó a un muchacho de unos 14 años como ayuda de cámara-y así no causar molestias al personal del hotel donde se hospedaba-y terminó por cobrarle afecto y llevarle con él a correr mundo



Nada he podido hallar en el tan citado “Ribadense” de su marcha de esta Villa, que es de suponer que fuese tan misteriosa e inesperada como su llegada (3)



En su tiempo este extraordinario personaje fue causa de que corriera mucha tinta en los periódicos. Su ignorado origen – en torno al cual se tejieron las más peregrinas hipótesis- su desconcertante personalidad, sus dotes como actor, falsificador, seductor y transformista, bien lo merecían. Sin embargo, sus delitos, usurpación de cargos (las más de las veces de brillantes personajes decorativos que él representó con absoluta dignidad ) más de cien estafas de más de tres mil pesetas (a potentados y fantoches que se derritieron de orgullo ante tal honor) y siete matrimonios ilegales (con mujeres a las que hizo más felices de lo que nunca pudieran soñar) vistos a la luz cruda de las postrimerias del siglo nos inspiran, más que otra cosa, un sentimiento de regocijada admiración. Cualquier hortera de nuestros días es más cínico, perverso, audaz y criminal que Tomás Portolés, el genial impostor.



Según “Brisas del Eo” de Vegadeo de 26-1-19, en el invierno de 1.918 estuvo en Ribadeo disfrazado de cura, (Lo informa asimismo “Ribadense&rdquo y luego se pasó a Vegadeo en donde le dió hospedaje en su casa el Cura Ecónomo don Antonio Miranda durante una noche y al día siguiente se trasladó a Tapia.



El ingenio popular le dedicó esta copla:



Sus amigos del Teatro



le dijeron a “Cacao”:



Hacen falta dos taquillas



para el día del mercao.



Y “Cacao” ha contestado:



Por ahora puede pasar,



que ya os conozco, granujas



que me quereis estafar.



(3)Antes de marcharse debieron de calarlo, sino las coplas:



Otra vez el Portolés,



al rico Perú se fue



en donde dijo llamarse



Señor Gómez, don José.



---







“Cacao” “Cacao” dejate de cascarillas



y vete a pagar las deudas que debes en Casa Rasilla



Rasilla, Rasilla, no pasees a tu fiera



que vas a quedar sin moto



en medio de la carretera.

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