Los perceberos.. Estos arriesgados mariscadores se dedicaban en mareas equinociales -en su bajamar-a extraer este ríquisimo percebe para el consumo humano y vendérselos a algunos bares y restaurantes de la Villa. A decir verdad no eran muchos los que se dedicaban a la captura de tan peligrosa pesca: Ramón de Corada, Antón de Rebumbio y Casa Parente eran los principales bares que se hacían con tan sabroso marisco que hoy está llegando a un precio escandaloso, aunque hemos de repetir que el peligro que los perceberos corren, no hay dinero que lo pague.
Yo diría que el percebe no tenía gran aceptación popular antes, quizá por su abundancia; pero hoy, casi no existe ninguno de estos crustáceos y este es el motivo de que hayan adquirido tan desorbitantes precios, tales como ocho o diez mil (en alguna ocasión más) pesetas el kilo, casi nadie puede admitir que en nuestra niñez se pagaran al irrisorio preci de ¡DOS REALES! El kilo y además deberian ser bien pesados, nada de maquilas.
En aquel tiempo las peñas cubiertas de piedra caliza-en donde el percebe se adhería para su desarrollo y crecimiento de forma impresionante-las piñas de percebes cubrían con tupido manto su ubicación, sin darle importancia casi nadie a tan suculento y sabroso “yacimiento” Ya podía ser hoy...
Las peñas que más se distinguían como perceberas eran: El Faro, O Cán, Naquel, Insua, Gallín, Las Remuelas y La Rubia. Nuestros intrépidos marisqsueros visitaban varias peñas de las que sabían tenían buen fruto y abundante. Las capturas no se limitaban a unos pocos percebes; se cogían por cestos fruteros y sacos, extrayendo en una sola marea ¡tres o cuatrocientos! Kilos. Y ahora, asi nos luce el pelo. Se abastecía a los clientes y el sobrante se repartía entre los participantes en las pequerías para el consumo familiar. Había buenas encheoladas y yo creo que los pescadores eran los mayores consumidores, pues gustaban de este rico marisco que deglutían con religiosidad.
En mi casa se cmían en bañeras y piña a piña acompañados de pan y al sol, ibamos desgranando y satisfaciendo nuestro apetito-que no era poco-y que además era plato único. El precio a que se vendían a penas era remunerable: un kilo cinco perras gordas, así que, como decían en casa: ¡E millor comerlos que regalarlos! Comede que hay más...
Los mariscadores solo iban al rico percebe en días de mareas grandes; entonces el mercado se saturaba, y no eran rentables los beneficios y las dotaciones se desanimaban. Las grandes “cheas” perceberas eran contadas. En casa de don Ramón de Corada, los Nistaless, Generoso, Ramón o Benigno, y los grandes de Vegadeo, tales como los de don Eulegio, los Veiguelas, los Talín y pocos más. En Casa Parente, José Traveso, don Rafael Fernández (Alcalde de la Villa), su señora doña Blanca. Estos gozaban de algún esporádico banquete de percebes. Antón de Rebumbio tenía como habituales degustadores de este marisco a los Mira, Cuervo, don Bonifacio y Ramón Bustelo y algunos más.
Los mariscadores eran gente de mar: Antón de Corada, Tolete, Ramos, Maquín, Sancampio, el Viejo, Rosario, Felisa Corada y los Bellones Farricos y Pépe.
Hoy la especie percebe, diezmada, perseguida por los depredadores, es casi inexistente; solo quedan peñas (que no piñas) y los continuos abordamientos de veraneantes hicieron que la gran abundancia habida, quede r educida a unas uñas que casi requieren lupa o microscopio para localizarlas. El que pesca un kilo de diminutos percebes , hoy es un campeón y asi lo que fue una gran riqueza, no es sino triste recuerdo. La falta d autoridad, de información y de respeto a las vedas, hacen que los cascajos, erizos y lapas sean la representación de estos mariscos tan ricos como el percebe que tanto nos gustaban y satisfacían. Diré como decían Ramos y Tolete: ¡Non quedan sino os penedos! ¡E gracias! Temos o que merecemos: lámparas e chicaros.
La Comarca del Eo 14 de agosto de 1988
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