viernes, 1 de octubre de 2010

LA DARSENA DE PORCILLAN

 
X Juan Carlos Paraje Manso/

 Remontada la Punta de Deshonrabuenos, en Cabanela, el Paseo Marítimo (que sin inaugurar y sin bautizar comienza a desmoronarse) vino apoyándose en las descarnadas agujas en que finalizaba el despeñadero de la Atalaya y, después de taponar las legendarias cuevas "dos Encantos" y "da Vella", y trasponer el morrón que apunta a Figueras, se unió al muelle de Porcillán, desapareciendo de ese modo la mayor parte de la Dársena del mismo nombre.
Esta dársena, de fina arena, terminaba en una rampa, ya muy deteriorada, quizá la primera que tuvo el puerto, (hubo otra más pequeña que se iniciaba en los soportales de la casa adyacente, antiguo alfolí y almacén de las Torres) donde los Cachelos, maestros de ribera de la Liñeira, continuando una tradición de siglos, construyeron y repararon embarcaciones y desembocoba la fétida boca -criadero de sanguijuelas-de uno de los principales colectores del pueblo, sin que fuera óbice para que en marea alta, en un alarde doblemente heróico, acostumbraran a zambullirse, lanzándose del elevado pretil de la rotonda, Miguel o Ferreiro y Atilano Torviso, vestido éste con el enharinado atuendo de su oficio.
En ella fondearon y vararon los botes y se bañaron y chapotearon los niños del barrio, hasta su taponamiento en la década de los setenta.
Hasta bien entrado el presente siglo, por no haber un muelle de atraque apropiado, los grandes veleros primero, los vapores de hasta cinco mil toneladas después, portadores de toda clase de mercancías para este puerto, (cuyo radio de influencia abarcaba desde Mondoñedo a Boal) solían fondear en "as Cabanas", frente al prado del Raxao, o frente a Cova da Vella (en donde había un peñasco arreglado para sujetar amarras) y trasbordaban por medio de sus puntales las mercancías a las gabarras y lanchones -propiedad sucesivamente de las casas armadoras Bengoechea y Casas, del famoso cocinero Ramón de Corada y por último de los Tapiegos -que se encargaban de introducirlas en la dársena.
Una vez allí, acudían un grupo de ocho o diez mujeres, compuesto por las más robustas, llamadas "as mulleres dos homes" toda vez que recibían, en la cabeza o sobre las costillas, los bultos que los barqueros les cargaban: cajas, fardos, sacos de harina, azúcar o café, etc., de hasta cien kilos de peso, que recogían, muchas veces con el agua a la cintura, y conducían trabajosamente al muelle en una operación realmente dura. Doña María Rodríguez Monteavaro "a Crixa" y doña Carmen Gómez Pasarin "a Corbella" que pertenecieron a este esforzado grupo-que recibia una pequeña sobrepaga-nos pueden hablar de ello.
De estas mujeres, a su paso por nuestra Ría-en la que por cierto perdió el maletín con el reloj, barómetro y otros objetos personales- se ocupa Borrow, al que impresionaron no precisamente bajo el punto de vista sociológico sino moralista:opina, concretamente de las de Figueras, que al introducirse en el agua exhiben escandalosamente ricas morbideces cuya contemplación sólo es lícita en la intimidad de la cámara conyugal.

En el muelle había otras trabajadoras que se ocupaban de cargar los "vehículos".
En tanto no se hizo la bajada de la Aduana y la carretera de Obras Públicas, que permitió el uso de carretas y "zorras" (protagonista una de ellas de un trágico accidente que enlutó la familia de Pucha) el medio de transporte era de lo más primitivo que podía imaginarse: una especie de trineos, con el gráfico nombre de "rastros" (que aún son utilizados en algunas aldeas poco favorecidas por la naturaleza) compuestos de tres maderos de roble o castaño dispuestos en triángulo con una anilla de hierro en el vértice a la que se sujetaban una o varias yuntas de tiro.
Por la empinada calle nominada sucesivamente Ares-Ares, Rúa dos Ferreiros, las Angustias y Antonio Otero, rumbo a las casas citadas y a los almacenes de los Pérez, Torres, Pulpeiro, Gayol, Guisán, etc. subían los rechinantes "vehículos", cargados con fardos o barricas de vino y aceite. Las herradas yuntas de bueyes, excitadas por una explosiva mezcla de retumbantes blasfemias y ardiente "aguillada", eran obligadas a realizar un esfuerzo agotador y los pesados "rastros", al resbalar por los cantos rodados del pavimento, llegaban a quemarse, teniendo que refrescarlos con cubos de agua. Eran carreteros renombrados el Moreno, el Soberbio, el Raxao y los de Pucha, todos ellos con casa de labranza en la Villa y que compaginaban los "carretos" con la agricultura.
El 5 de noviembre de 1910 se desprendió del "rastro", cuando coronaba la calle, una barrica de vino blanco de Moriles y,sin duda tratando de huir de su inmediato y alegre destino, se lanzó vertiginosamente calle abajo como un proyectil rodante dando tumbos y botes y sacando chispas en los guijarros. Por un verdadero milagro no causó desgracias: fué estrellarse estrenduosamente contra la Casilla de Carabineros-situada en aquel entonces frente a la fuente-dando un susto morrocotudo a don José Quelle Franco que se encontraba en su interior leyendo en "El Ribadense" la crónica que lo mencionaba como premiado con la Cruz de Beneficencia por haber salvado a un niño de cinco años de perecer en un incendio en la calle San Sebastián.
La barrica, que destinada a alegrar corazones estuvo en un tris de causar un duelo, no sufrió desperfectos, y los daños en la Casilla se elevaron a cuatro pesetas.
Ese mismo año, los armadores y consignatarios Sres García, de Santander,comenzarón la construcción del Pantalán (1) lo que vino a racionalizar, en lo que a barcos pequeños se refiere, las operaciones portuarias
Convertida en yerbazal, el embrión del Portum Julianum, vértice en épocas doradas de un importante comercio naútico, sirve en la actualidad para campo de Fiestas del Carmen, para jugar a la pelota y para hacer la hoguera de San Juan los niños del barrio y en ella ya se plantó alguna barraca de saltimbanquis...

(1) Necesitado de reparación fue derruído en el verano de 1.981

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